Finlandia-Estados Unidos 2012 / 52’ (vos) Dirección: Shannon Kring Buset.  Guión: Shannon Kring Buset. Compañía productora: WildHeart Vision. Producción: Shannon Kring Buset, Gabriel Noble. Producción ejecutiva: Sophia Ehrnrooth, Helena “Kitty” Ihamuotila, Shannon Kring Buset. Coproducción: Alex Sozonoff. Fotografía: Gabriel Noble. Fotografía adicional: Ville Tanttu. Montaje: Melissa Sterne. Sonido: Mark Bandy. Música original: Neil Kring.  

En el año 2008, Shannon Kring Buset dejó atrás su carrera como la galardonada autora de cuatro libros, productora ejecutiva y coprotagonista de una serie de cocina de la cadena PBS ganadora de un Premio Emmy, y dueña de reconocidos restaurantes, escuelas y marcas de utensilios culinarios. Se mudó a un remoto pueblo Maya Ch’or’ti’ en la frontera entre Honduras y Guatemala, solamente con una maleta y tres objetivos: sanar su corazón, volver a conectarse con su espiritualidad y descubrir su propósito superior. Ella hizo exactamente eso. Hoy, Shannon está agradecida por haber vivido y trabajado junto a los ancianos indígenas, luminarias espirituales, líderes mundiales y otras personas impresionantes en lugares tan diversos como Indonesia, Finlandia, Honduras y la India. Está dedicada a inspirar a otros para nutrir lo sagrado dentro de sí mismos, para que puedan llegar a reconocer y honrar lo sagrado que existe en el mundo entero. Shannon es una oradora frecuente en eventos de todo el mundo y ha aparecido en prestigiosas cadenas, entre ellas: CBS, NBC, ABC, PBS, FOX, Lifetime, NPR y en más de ciento cincuenta publicaciones en todo el mundo, incluyendo The Wall Street Journal, SmartMoney Magazine, y Redbook. Su primera película, 2012: El Principio, fue el documental más visto en el MIPDoc 2012 de Cannes y fue transmitido a nivel mundial en veinte países. 

Mi madre una vez me dijo que no siempre escogemos nuestro camino en la vida, que algunas veces nuestros caminos son elegidos para nosotros. En aquel entonces yo no le creí. “Yo hago mi propio destino”, dije. Pero ahora, viendo hacia atrás aquella tarde de 2003, pienso que ella tenía razón. Era la hora dorada en Ixtapa, México, ese momento mágico cuando el sol poniente centellea sobre el Pacífico y todo es radiante. Estaba en camino de regreso a mi hotel, siguiendo un trazado camino donde las palmeras se agachaban para dar paso a la brisa, cosquilleando los arbustos en floración.  Apareció no más de cinco pies frente a mí, un enorme gato negro con una cabeza cuadrada y una cola tan gruesa como mi brazo. Sus ojos eran de un amarillo intenso y se dirigió hacia mí. Al principio, el gato estaba completamente inmóvil, excepto su cola, la cual curvaba lentamente, como una serpiente encantada en una vieja película en blanco y negro. Pero después de algún tiempo -cuánto tiempo exactamente no sé, pues el tiempo parece haberse detenido-, el gato dio un paso lento hacia mí. Yo di un paso lento hacia él. Ambos nos detuvimos, de pie, mirándonos.Y luego continuamos nuestros caminos. No se me ocurrió temer. Eso vino después, cuando la gente en el pueblo me dijo que era un jaguar, y que nunca llegaban tan cerca de mi hotel. Algunos hablaron con miedo, otros con reverencia. Algunos tocaron mis manos, y uno incluso me besó, susurrando "jaguar, jaguar," una y otra vez como un mantra.  Su reacción fue algo que sólo he llegado a entender cuatro años y medio más tarde, cuando dejé atrás todo lo que entendía y me mudé de Wisconsin a un remoto pueblo Maya Ch´orti´ en Honduras, el país cuyo nombre se traduce literalmente a “las profundidades”. No había ninguna manera de saber lo que me esperaba en esta tierra extraña, o simplemente qué tan apropiado resultaría ser todo.  Yo había llevado conmigo una maleta y tres objetivos: sanar mi corazón, reencontrarme con mi espiritualidad y descubrir mi propósito más alto. Lo que hice fue mucho más. Fue aquí donde los chamanes me reconocieron como una "mujer jaguar", alguien que puede ver tanto en la oscuridad como en la luz. Alguien que puede caminar en el ámbito espiritual y terrenal. Un guardián del orden. Una cuenta cuentos. No sé si esto es cierto, pero lo que sí sé es que tengo una conexión inexplicable con el pueblo maya y sus tierras, y que yo he sido bendecida al poder vivir y estudiar con sus líderes espirituales. Por poder cocinar junto a sus mujeres. Poder participar en sus ceremonias sagradas. Que me permitan el acceso a sus hogares, a sus vidas y a los templos y tumbas más sagrados de sus antepasados. Incluso me ofrecieron una ceremonia maya tradicional cuando volví a contraer nupcias allí en 2010.  No puedo decir que sé hacia donde se dirige mi camino, o si mi destino ya ha sido elegido para mí o por mí. Todo lo que sé con certeza es que siento una gran responsabilidad por compartir las enseñanzas de esta fascinante cultura que sigue aún muy viva. La gente, lugares, historias, rituales y hasta los animales del mundo Maya, pasados y presentes, han enriquecido mi vida y el mundo en que vivimos todos, en maneras en que aquellos de nosotros que vivimos en la cultura occidental estamos apenas empezando a entender. 2012: El principio es mi humilde aportación para honrar esto.