arte y arquitectura

El mito de Frida Kahlo

Las dos Fridas Las dos Fridas, 1939

Frida Kahlo es una de las figuras más reconocibles de la cultura mexicana. Pintora, escritora y activista, se movió en el ambiente de los grandes muralistas mexicanos de su época, creando un modelo de pintura metafórica e imaginativa único derivado de su sensibilidad y sufrimiento. A pesar de su turbulenta vida, Kahlo consiguió convertirse en una figura referente para el mundo del arte latinoamericano e internacional. Hoy, con motivo del aniversario de su muerte, recordamos su trayectoria.

Magdalena Carmen Frida Kahlo nació un Coyoacán, México, el 6 de julio de 1907. Desde joven, su vida estuvo marcada por un grave accidente que sufrió en un autobús a los 18 años y que la mantuvo postrada en cama durante largos periodos, obligándola a someterse a más de 30 intervenciones quirúrgicas. La evidente limitación motriz derivada por la poliomielitis que sufría, así como los constantes tratamientos médicos y operaciones por el accidente, hicieron que Kahlo tuviera una infancia y juventud solitaria, diferente a la de otros niños. En esta etapa sombría, aprendió a expresar sus emociones a través de la pintura, un arte por el que apenas había mostrado interés anteriormente pero que le permitió volcar todas sus frustraciones y reflejar su complejo mundo psicológico.

A pesar de haber nacido en una época complicada para las mujeres, Frida no se dejó amedrentar por el protagonismo de los hombres en la esfera pública. En 1932, a los 25 años, consiguió ingresar en la Escuela Nacional Preparatoria de Ciudad de México, una prestigiosa institución en la que solo estudiaban 35 mujeres de un total de 2.000 alumnos. Allí comenzó a relacionarse con Los Cachuchas, un grupo de jóvenes intelectuales que protestaban contra las injusticias y se movilizaban por las reformas del sistema escolar. De esta forma, Frida se inició en el activismo político, que más tarde derivó en un pensamiento anarquista y ligado al romanticismo. A través de Germán del Campo, un dirigente estudiantil, conoció a personalidades afines al Partido Comunista de México, entre las que se encontraba Diego Rivera.

El corazón Frida Kahlo

El Corazón, 1927

En Diego, que también era pintor, Frida encontró un compañero con el que compartir su gusto por el arte popular mexicano de raíces indígenas. Se casaron en 1929 y su matrimonio estuvo marcado por un vínculo creativo muy fuerte pero también por las constantes infidelidades por ambas partes. En su obra El Corazón (1927), Frida plasma la desesperación e impotencia que sufrió ante el enredo amoroso entre Diego y Cristina, la hermana de la artista. Con el corazón arrancado, de tamaño equivalente al de su dolor, y con un vestido femenino que atraviesa con una daga su pecho, Kahlo representa una de las escenas más dolorosas de su vida.

Dentro de las formas de activismo político que revelaba, se encuentra el feminismo. Además de una gran pintora, la artista mexicana continúa siendo a día de hoy un icono feminista. 

Tanto en el arte como en la vida real, Frida se mostraba como una mujer fuerte que rechazaba los roles de género propios de la época. Se representaba a sí misma en sus obras con una fisionomía andrógina, con pelo corto y rostro serio, exagerando sus cejas y su incipiente bigote. En lugar de realizar un trabajo delicado, como podía esperarse de una mujer de su época, construyó una trayectoria llena de singularidad y con un fuerte contenido dramático. Así, Frida fue pionera en expresar su identidad desde su propia visión, rechazando los estereotipos femeninos que se dibujaban desde el mundo masculino.

En cuanto a su estilo pictórico, ella nunca se consideró surrealista, sino una artista popular que usaba el lienzo como panel de desahogo. Frente a las representaciones oníricas y surrealistas de sus compañeros, ella introducía en sus obras símbolos con significados muy concretos relacionados con su forma de ver la vida: “Se me tomaba por una surrealista. Ello no es correcto, yo nunca he pintado sueños, lo que yo he representado era mi realidad”, llegó a asegurar. La constante disociación que hace de sí misma en sus cuadros –se representa fuera de su cuerpo- tiene que ver con la fantasía del pueblo mexicano: Kahlo se muestra coexistiendo tanto con la vida como con la muerte. También se muestra como productora de vida y energía o como fuente de amor y de sentimientos. Frida se limitaba a indagar en sí misma para volcar su mundo interior en sus cuadros.

Según el experto A. Rico, también en la obra de Frida se observa una preocupación por la búsqueda de sus orígenes como individuo que pertenece y se empeña en descubrir la tradición cultural. "Es así que en sus composiciones está evocando todo un mundo de costumbres, de creencias, de objetos, en fin, de maneras de ser y de sentir". Y así se puede observar en la constante vindicación de identidad que propagan sus pinturas: Frida aparece vestida con largas faldas mexicanas, moños trenzados con cintas de colores y abalorios precolombinos. Así la encontramos en obras como Autorretrato como Tehuana (1943), representada como mexicana “auténtica” y acentuando sus rasgos. Producto de esa intención de reivindicar la identidad mexicana son también los fondos de algunas de sus obras, como el Autorretrato con monos (1943), en la que aparecen plantas selváticas y fauna americana, así como en Mi nana y yo (1937), lienzo en el que retoma imágenes típicas de la cultura precolombina. ​​​​​​

Monos Frida Kahlo

Autorretrato con monos, 1943

La vida, opinión y obra pictórica de Frida Kahlo influyó mucho sobre la cultura mexicana de la postrevolución. Como hemos visto, su arte refleja, además de su trayectoria vital, su propia fantasía combinada con la tradición popular mexicana incluida la de los exvotos y la prehispánica. Las ideas revolucionarias y maneras de desenvolverse como mujer en la época han hecho que el mensaje de Kahlo, con el paso del tiempo, siga manteniendo toda su vigencia como un grito de denuncia contra la opresión.
 

 

© Casa de América, 2024