Dirección: Iván Guarnizo.
Producción: Gusano Films (Colombia).
Coproducción: Salon Indien Films (España).
Producción ejecutiva: Jorge Caballero, Rosa Mercedes Ramos, Pablo de la Chica.
Productor: Jorge Caballero.
Guion: Iván Guarnizo, Nuria Polo.
Fotografía: Carlos Villaoslada.
Montaje: Ariadna Ribas, Iván Guarnizo.
Sonido directo: Alejandro Molano.
Mezcla de sonido: Alejandro Castillo.
Música: Nicolás Muñoz M.
Testimonios: Güérima Maheche, Papeto Guarnizo, Martín Guarnizo, Juliana Guarnizo, Liliana Guarnizo, Manuela Díaz Guarnizo, Tatiana Sánchez, Marcos García, Marcos Julián García, Fabio Cruz, Yezid Arteta, Jaime Martínez, Herbin Hoyos, María Isabel Hernández, Ángel Guarnizo, Gina Carolina Torres.

Realizado con el apoyo de RTVC Play Colombia, FDC Colombia, IDFA Bertha Fund (Países Bajos), Tribeca Film Institute (Estados Unidos).

La madre del cineasta Iván Guarnizo estuvo secuestrada 603 días en la jungla de Colombia hasta su liberación en 2004. Todo ese tiempo de angustia que le fue hurtado a su familia es el que su hijo ha tratado de recuperar construyendo una memoria desde la ausencia y los rastros que dejó, en especial un diario en el que su madre consignó minuciosamente los hechos y las emociones que vivió durante su cautiverio. Del otro lado, la opera prima de Guarnizo, explora ese vacío de dos años, un "fuera de campo" en la vida de los suyos que era necesario recuperar. Planteada como una road movie, la película es también una búsqueda, la de Güérima, el secuestrador-cuidador a quien le fue encomendada la tarea de vigilarla, a ella y a otro rehén, y que desarrolló con ellos una profunda relación. Güérima llegó incluso a desoír las exigencias de sus superiores en el comando de las FARC para proteger las vidas de los secuestrados poniendo la suya propia en peligro.

- Emilio Mayorga (LatamCinema) -

Iván Guarnizo (Colombia)

Director, montador y director de fotografía.

Estudió cinematografía en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños (Cuba), y dirección en la Academia de Cine de Nueva York (Estados Unidos) y en el Centre de Estudios Cinematográficos de Catalunya (CECC) en Barcelona, España. Cursó, además, dos años de Antropología en la Universidad de Los Andes, Colombia.

Con más de quince años de experiencia, ha trabajado en una gran variedad de formatos y temas en todo el mundo, desde largometrajes documentales, hasta pequeñas piezas y vídeos. Algunos de sus trabajos más reconocidos como montajista son: el largometraje documental Paciente, de Jorge Caballero (IDFA, 2015), y No todo es vigilia de Hermes Paralluelo (San Sebastián, 2014).

También ha desarrollado el largometraje Mar de silencio y soledad y ha realizado documentales para diferentes instituciones, ONG y asociaciones, como Tejiendo canciones - Surcos de amor para el Instituto Catalán Internacional por La Paz (ICIP) y la Comisión de la Verdad de Colombia; Un regalo para Kushbu, historias que cruzan fronteras, para la fundación Mescladís.

Como director de fotografía ha participado en los largometrajes Rovira Beleta: crónica pendiente (2017) de Lara Mateo Rovira-Beleta para TVE y Televisió de Catalunya; Hombre en la llanura de Patricio Suárez (Visions du Réel, 2018), y Dos madres de Gonzálo Diaz y Luis R. Álvarez, producido por Tandem (España). Y en cortometrajes como Lo obvio y lo obtuso (2005) de Nuria Polo (Valladolid 2005/Sección Oficial), y Recursos humanos de Joan Álvarez (Festival International des Très Courts - Prix du droit des femmes 2013). 
 
En 2021 participó en la película colectiva Hypnagogia 1 & 2, experimento de cadáver exquisito cinematográfico con dieciséis cineastas de los cinco continentes; también participó en la serie de cortometrajes Epistolar inacabado, correspondencias con el director Gonzalo Díaz (2009-2016). Del otro lado, su primer largometraje como director ha sido selección oficial de importantes festivales como el IDFA (Amsterdam), L’Alternativa (Barcelona), Hot Docs (Toronto), donde tuvo su estreno mundial. En el Festival de Málaga (España) ganó la Biznaga de Plata-Premio del Público y una mención especial del jurado. Obtuvo, además, el Alejandro de Oro a mejor ópera prima y el Premio de Derechos Humanos del Parlamento Helénico en el Festival de Tesalónica (Grecia); el Gran Premio del Jurado en el DOC NY (Estados Unidos) y el Premio del Público y Premio Radiónica de la Juventud a la Mejor Película Colombiana, en el Festival de Bogotá.

El acuerdo de paz alcanzado con la guerrilla de las FARC es un paso histórico para lograr la paz real en Colombia. Ese conflicto fue el más antiguo del hemisferio occidental, comenzó  en 1964 y terminó  en 2016. Han sido cincuenta y dos años de guerra. Soy consciente de que esto no es el final del camino, solo significa que habrá  ausencia de guerra con este grupo en particular, el conflicto de Colombia es muy complejo, con muchos grupos en juego. Sin embargo la paz real es un proceso, algo que tenemos que lograr entre todos. Creo que es muy importante conocer el otro lado; ese lado que siempre ha sido retratado como delincuentes, matones o incluso demonios. Ese lado que ha luchado contra el Estado y que mientras tanto termina atacando, matando y secuestrando civiles.

Mi madre me dio una lección cuando me dijo que había perdonado. No digo que cada víctima tenga que seguir el mismo camino, pero creo que precisamente ese camino trae la verdadera reconciliación. Llegar a conocer a las personas que estuvieron detrás de nuestro dolor -y quizás entender su propio dolor- será curativo no solo para nosotros, sino quizás también para ellos. Pero éste es un proceso muy delicado, los acuerdos no son estables y el Gobierno actual está desmantelando dichos acuerdos, la situación empeora cada día.

Mi mamá murió días después del inicio de los diálogos de paz con la guerrilla de las FARC. Antes de morir me dijo que había perdonado y que no quería que nadie más viviera su experiencia. Llevaba casi dos años secuestrada en un rincón de la selva. Mi hermano y yo nunca habíamos hablado de eso antes. Incluso habíamos olvidado el diario que le permitieron escribir y que trajo consigo, en el que registró los peores 603 días de su vida. La lectura del diario nos lanza a un precipicio. Localizamos lugares, desciframos nombres y emprendemos un viaje por selvas y montañas siguiendo el rastro de su dolor pero también buscando a los guerrilleros que la custodiaban y que ocupan gran parte de ese diario, donde descubrimos que desarrollaron una estrecha relación con ella, casi un tipo de madre/hijo. Tal vez esos guerrilleros ya estuvieran desmovilizados, así que salimos a buscarlos. Seguir el velorio de mi mamá es seguir el camino del perdón. Nos preguntamos si al final de este camino también seremos capaces de perdonar.