Espacios del sur
Cine peruano
La Embajada del Perú en España, en estrecha colaboración con Casa de América, presenta la muestra 'Espacios del Sur: cine peruano contemporáneo'. El propósito principal de la muestra es la difusión y la promoción de algunas de las películas peruanas más relevantes de la producción reciente, que no han sido explotadas comercialmente en España.
Lunes 22
Inauguración
19:00
Presentación institucional de la muestra y coloquio con los cineastas Joel Calero y Omar Forero.
Proyección
Saicomanía 1964-1966 (69’)/Holanda-Perú 2011
Dirección: Héctor Chávez.
Martes 23
Cielo oscuro (78’) /Perú-Venezuela 2012
Dirección: Joel Calero.
Presentación de la película y coloquio con el director después de la proyección.
Miércoles 24
Chicama (75’) /Perú 2012
Dirección: Omar Forero.
Presentación de la película y coloquio con el director después de la proyección.
Jueves 25
Paraíso (90’) /Perú-España-Alemania 2009
Dirección: Héctor Gálvez.
Viernes 26
Las malas intenciones (110’) / Perú-Argentina-Alemania-Francia 2011
Dirección: Rosario García-Montero.
Sábado 27
Paraíso (90’) /Perú-España-Alemania 2009
Dirección: Héctor Gálvez.
Fechas: del 22 al 27 de octubre de 2012.
Hora: Excepto el lunes 22 (a las 19.00), todas las sesiones tendrán lugar a las 19.30.
Lugar: Cine Iberia.
Entrada libre hasta completar el aforo.
Espacios del sur: cine peruano contemporáneo
"Hablar de cine peruano supone entender que dicha mención alude a una cinematografía históricamente privada de una industria. A diferencia del cine argentino, brasilero o mexicano, el cine peruano no contó con un sistema de estudios que garantizara una producción regular ni que permitiera a artistas y técnicos formarse en su oficio a través de una experiencia sostenida. Desde sus inicios, hacer cine en el Perú ha sido una aventura emprendida casi en solitario por directores ansiosos por compartir su visión particular.
Si bien la primera exhibición de una película en el Perú data del año 1897, la primera película de ficción peruana se rodó recién en 1913 (en el ínterin, solo se habían registrado imágenes documentales, mucho más baratas de filmar que una película con base argumental). En sus primeros años, el cine peruano se decantaría por las estampas costumbristas y las recreaciones históricas, destacando la denominada "Escuela Cusqueña de cine" que en los años sesenta alcanzó cotas expresivas de un gran lirismo visual.
La instalación de una dictadura militar de discurso socialista y nacionalista en 1968 trajo consigo la Ley de promoción de la industria cinematográfica que apostaba a la capitalización de las empresas mediante la exoneración tributaria a la producción de cortos y largos. Sin embargo, la formación de industria nunca trascendió el discurso. Los cineastas surgidos durante la vigencia de la ley tuvieron que dedicarse, mayoritariamente, a buscar el éxito popular en el ámbito local para garantizar la continuidad de sus carreras.
Tendría que llegar la década de los ochenta para que una aguda crisis instalara en el imaginario colectivo nuevas preocupaciones. Con un país sacudido por el accionar sanguinario del grupo armado Sendero Luminoso –dedicado a masacrar poblaciones campesinas y nativas en la sierra y la selva del país y a aterrorizar a la población citadina mediante atentados y asesinatos selectivos– y sumido en la peor crisis financiera de su historia republicana, la desesperanza resultante de la violencia y la pobreza dio origen a un cine que intentó tomarle el pulso a su sombría realidad. Con toda una generación buscando su vía de escape en la emigración, hacer cine en el Perú fue, más que nunca, una manifestación de resistencia solitaria.
Con la pacificación y la estabilización de la macroeconomía alcanzadas a inicios del siglo XXI, el Perú se convirtió, finalmente, en una posibilidad. Jóvenes directores se encontraron con la feliz confluencia del abaratamiento universal de los medios de producción –la revolución que han supuesto el soporte digital y el acceso ilimitado a información vía internet– y la prosperidad de un entorno donde la empresa privada volvía a invertir y donde el Estado podía destinar una ayuda económica en forma de premios a proyectos cinematográficos en distinto estado de avance.
A esta generación pertenecen los cineastas reunidos en la muestra Espacios del Sur: Cine peruano contemporáneo. Una generación que no pierde de vista el pasado traumático reciente, pero que busca inspiración en un cine mundial al que puede acceder y del cual empieza a sentirse parte. Un cine que reconoce el valor de las pequeñas historias, de los retratos íntimos, de personajes que se miran más al espejo y miran un poco menos por las ventanas.
Así, Omar Forero se permite mostrarnos a un profesor de escuela citadino que se resiste a enseñar en un medio rural en Chicama. Buscando seguir los pasos de sus admirados Robert Bresson y Hsiao-hsien Hou, Forero intenta introducirnos en el mundo interior de un personaje con motivaciones distanciadas de la “responsabilidad social” asumida como bandera por el cine “comprometido” que Latinoamérica produjo durante años.
El Perú emergente, hecho de segundas generaciones de migrantes andinos y de los vástagos de una clase media citadina empobrecida que aprendió a “buscárselas” durante los años ochenta y noventa, sirve como telón de fondo para que Joel Calero nos cuente una historia de celos enfermizos en Cielo oscuro. La nueva Lima, donde los jóvenes hacen negocios o montan obras de teatro en distritos populosos fuera del circuito acomodado de la ciudad, le sirve de escenario al director para poner en escena una pasión atávica a lo Claude Chabrol.
Las malas intenciones de Rosario García-Montero desacraliza al panteón de héroes nacionales –que dialogan mediante un recurso de animación básica de las láminas que sirvieron a toda una generación de peruanos para hacer sus tareas escolares– y nos recuerda que la amenaza de la violencia armada no es tan atemorizante para una niña como la llegada de un hermano menor.
Héctor Gálvez modula su vocación de denuncia –manifestada en su trabajo como documentalista– y retrata sin dramatismos las pequeñas miserias de los jóvenes hijos de la población andina que tomó los cerros que rodean Lima huyendo de la violencia de Sendero Luminoso y de la represión estatal. Si bien los fantasmas del conflicto armado todavía reaparecen en las pesadillas de sus padres, los adolescentes de “Paraíso” tan solo buscan una evasión a sus vidas grises en una botella de cerveza, un baile o un circo miserable.
Finalmente, Saicomanía documenta la historia de una banda fundacional de la movida rockera nacional, Los Saicos. Y, a tono con los tiempos de escritores peruanos premiados con el Nobel y directoras peruanas nominadas al Oscar, su director Héctor Chávez, se anima a proponer que la música punk nació en el Perú.
Sirva esta muestra para acercarse al trabajo de directores que renuevan la apuesta por filmar en un país sin industria, muestra representativa pero no exhaustiva de una cinematografía que, paradójicamente, cuenta incluso con productos típicamente industriales: cine de “serie B” y “cinecomercial”. Súmese a ello una creciente ola de producciones regionales y podremos anticipar que el cine peruano tendrá mucho más por mostrar en un futuro cercano".
Juan Hernández Pastor Crítico de cine
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